La lista de espera en la Comunidad Valenciana para diagnosticar a un niño autista es de 500, por eso la Universitat Politécnica de València (UPV) y la Red Cenit han desarrollado el proyecto no invasivo T-Room. El objetivo es poder diagnosticar el TEA a los 12 meses.
Hasta 500 niños están a la espera de un diagnóstico en la Comunidad Valenciana. Es por eso que la Universitat Politécnica de València (UPV) y la Red Cenit han desarrollado el proyecto no invasivo T-Room, que es capaz de discriminar a un niño autista de un niño normotípico en un 80 % de los casos con unas pruebas que, a través de la inteligencia artificial y la realidad virtual, se realizan en menos de 60 minutos frente a los tests actuales, que pueden alargarse hasta las 15 horas. Además, se mejora el tratamiento al personalizarlo. Este método se ha dado a conocer con motivo del Día Mundial del Autismo, que se celebró el pasado martes.
Así, lo han explicado este lunes el director del instituto I3B de la UVP, Mariano Alcañiz, y el director de los centros de Desarrollo Cognitivos Red Cenit, Luis Abad, en rueda de prensa para hacer una demostración de este método pionero en el mundo en el diagnóstico del TEA (Trastorno de Espectro Autista). El proyecto está cofinanciado por el Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial (CDTI) y Fondos Feder.
¿Cuál es el objetivo?
Este proyecto tiene un doble objetivo: por una parte evaluar la interacción social, conducta repetitiva y habilidades sensoriales de los niños TEA en distintos entornos para posteriormente poder prepararlos para actuar en ese ambiente, que reproduce con exactitud las condiciones reales del lugar.
Para ello, disponen de una habitación en cuyas paredes se ubica un sistema de proyección que muestran las condiciones reales en tres dimensiones para poder hacer una estimulación visual, auditiva y olfativa de una situación determinada. Esta recreación es posible mediante el uso de gafas Eye Tracking, que permite hacer un seguimiento de mirada del niño, y cámaras que analizan los movimientos y que avisan de posibles alteraciones asociadas con este trastorno.
Además, se les coloca una pulsera en la mano no dominante que recoge la sudoración de piel ya que las respuestas electrodermales pueden ser uno de los indicadores de la afección porque en los niños TEA son distintas. De este modo, de una forma no invasiva se miden sus nivel de miedo, ansiedad o estados de evitación cuando se exponen a estímulos auditivos de carácter social y deben hacer frente a la mirada directa de otra persona.
Este modelo permite un diagnóstico precoz, ya que en España la edad media oscila entre los 3 años y medio y los 5 años y medio dependiendo de la comunidad. Abad ha recalcado la necesidad de adelantar el diagnóstico para «tener más tiempo de intervención sobre los menores en el periodo fundamental de la plasticidad cerebral más significativo, que es hasta los 7 años». El objetivo es poder diagnosticar el TEA a los 12 meses.
Las primeras pruebas piloto, la investigación se encuentra en segunda fase de ensayos, se han realizado con un grupo de 99 años –51 niños TEA y 48 normotípicos- con una edades comprendidas entre los 3 y los 7 años en sesiones de 30 minutos.