Artículo de Jordi Torras, CEO y Fundador de Inbenta.
La Inteligencia Artificial (IA) está progresando a un ritmo desbocado, transformando todo lo que toca a su paso. Tanto es así que ya no pertenece a un futuro lejano sino a una realidad inmediata. Estamos viendo como todos los sectores se vuelven “inteligentes” y cómo las empresas más punteras ya invierten altas cifras en hacer de esta nueva tecnología su futuro. No sólo los gigantes, cada vez son más las empresas que dan el paso y se suben al carro de esta, que ya se presupone, la “tercera revolución industrial”.
Robots, drones, reproductores de música, ciudades inteligentes, medicina, la IA está encontrando una forma de penetrar en todo. Este avance repentino ha llevado a parte de la sociedad a temer que comience a desplazarnos ocupando los puestos de trabajo que actualmente ocupan los humanos y termine finalmente por remplazarnos. Nada más lejos de la realidad, la Inteligencia Artificial, y sus muchos casos de uso, no están exentos de riesgos, pero todo es parte de una evolución tecnológica natural.
Con la mejora de la automatización, los ordenadores son ahora mucho más rápidos y cuentan con algoritmos mucho más inteligentes. Esto ha facilitado el trabajo y ha supuesto a su vez la desaparición de ciertos empleos, pero también ha favorecido el nacimiento de muchos otros. Los humanos hemos quedado atrapados en muchos casos en tareas monótonas y repetitivas que a menudo nos hacen perder demasiado tiempo. La Inteligencia Artificial viene para encargarse de este tipo de situaciones, algo realmente positivo puesto que va a permitir que tengamos un papel más creativo en el mundo y nos centremos en trabajos que los ordenadores no pueden ejecutar como nosotros pues requieren de las capacidades humanas de las que ellos carecen. En definitiva, no se trata de si la Inteligencia Artificial es mala o buena, sino del uso que hagamos nosotros de ella.
La evolución en el mercado es parte inevitable de este proceso y hemos asistido a ella desde el inicio de los tiempos pues avanza paralela a la manera en la que evolucionan las sociedades. La Inteligencia Artificial lo cambiará todo, a nivel profesional y también a nivel personal. Este proceso de cambio no va a ser inmediato, tenemos un tiempo para prepararnos y comprender mejor la situación, pero ya ha empezado.
En cualquier caso, hemos de tener en cuenta que esta revolución no se va a desarrollar del mismo modo en todos los sitios, va a depender del estado evolutivo de cada mercado. Por ejemplo, no se va a desarrollar con la misma inmediatez y penetración en países desarrollados, que en aquellos que carecen de una infraestructura básica para ponerla en marcha. Si bien reducir la brecha tecnológica llevará cierto tiempo, con el uso de la tecnología y la implementación de políticas correctas en los países en desarrollo sería posible alcanzar grandes mejoras e incluso superarla. Lo único que podría sofocar el desarrollo en estos países serían políticas incorrectas, instituciones poco democráticas, guerras u otras crisis, pero la tecnología diferencial y la voluntad para utilizarla en beneficio de la sociedad pueden ser y son el mecanismo clave para ayudar a estos lugares a prosperar y crecer.
La Inteligencia Artificial ha estado aquí durante un largo tiempo y vamos a ver un gran progreso en muchas áreas, asistentes en los hogares, realidad virtual, automóviles sin conductor, chatbots que resuelven nuestras dudas… de cualquier manera, todo evolucionará. Existe cierta exageración y cobertura excesiva sobre el asunto, ya que siempre se trata de lo que está de moda, sin embargo, gracias al progreso que tendrá en los próximos años, tarde o temprano el mismo concepto de IA comenzará a sonar obsoleto dado que estará totalmente integrado en nuestro día a día. En conclusión, debemos fusionarnos con la Inteligencia Artificial para verla como lo que realmente es, un punto de apoyo para trabajar en equipo, no un enemigo.