Durante el pasado fin de semana se produjo en Estados Unidos un hecho de gran relevancia que sin duda marcará el futuro próximo del desarrollo de la tecnología que permitirá la conducción autónoma.
Igualmente dicho hecho pone en flor de piel aún más algunas preguntas clave para la ética como por ejemplo, ¿podemos confiar nuestra integridad física a una máquina en algo tan recurrido por millones de personas como es la conducción? ¿Qué pasaría si cuando la conducción autónoma esté completamente implementada fuera centro de ciberataques?
El coche autónomo de Uber llevaba un operador de la misma compañía detrás del volante (una práctica común en las pruebas de esta tecnología), cuando una mujer que cruzaba la calle en bicicleta y fuera del paso de cebra, fue atropellada mortalmente.
Teóricamente, el coche autónomo de Uber debería de estar preparado para reaccionar ante unas circunstancias como aquellas, es decir, un peatón que cruza de pronto una carretera fuera de un paso de cebra en mitad de la noche.
Pero en la práctica parece que no estuvo preparado y mientras que desde la compañía trabajan ahora para esclarecer los hechos concretos, un portavoz de Uber hacía lo debido para trasladar sus condolencias a los familiares: «Nuestros corazones están con la familia de la víctima. Estamos trabajando plenamente con las autoridades locales en la investigación de este accidente«.
Tras el accidente, Uber anunció inmediatamente la suspensión del uso de coches sin conductor que estaba probando en la ciudad de Tempe donde se produjo el accidente así como en las ciudades de Pittsburgh, Toronto y San Francisco.
Uber sólo utilizaba coches autónomos como parte de sus servicio regular de alquiler de coches en Pittsburgh y Tempe y desde la compañía aseguraron que dentro del coche autónomo que provocó el accidente, viajaba un operario de la empresa que se encargaba de revisar la conducción. Desde el lunes, el coche está en manos de la policía.
Este no ha sido el primer accidente provocado por un coche autónomo. El primero fue reportado en el año 2016 cuando un Tesla Model S no logró detectar a un camión, provocando la muerte del conductor.
Estos accidentes ponen de manifiesto que quizás la industria quiere avanzar demasiado rápido hacia la aplicación real de esta tecnología. Seguramente formará parte del futuro pero aún le queda mucho recorrido que hacer hasta que la tecnología esté lo suficientemente avanzada para que realmente consiga uno de sus grandes objetivos: Reducir el número de accidentes provocados por la conducción humana.