Cobrar impuestos a los robots no es una idea tan descabellada. Corea del Sur ya limitó en 2017 los incentivos fiscales por la inversión en máquinas que automaticen funciones.
La tecnología y la robótica están avanzando a paso agigantado y no cabe duda de que reducirán la necesidad de trabajadores en un futuro. Un estudio publicado por la OECD dice que al menos un 14% de los puestos de trabajo actuales podrían automatizarse en los próximos años.
La Universidad de Oxford en el año 2013 presentó una visión algo pesimista en el ámbito laboral, al estimar que al menos un 47% de puestos de trabajo en EEUU podrían ser asumidos por tecnologías en las próximas décadas. La Inteligencia Artificial destruye trabajos pero también crea nuevos roles y capacidades para las personas. Los puestos de trabajo que podrían ser obsoletos son aquellos cuyas tareas son más repetitivas y menos especializadas.
¿Y en la parte fiscal?
Referido a lo fiscal, los robots, a diferencia de los empleados, no reciben ningún tipo de remuneración por las tareas realizadas. Esto implica una fuente menos de ingresos sobre el cual cobrar impuestos y cargas sociales.
Para prevenir esto, se habla de un ‘Impuesto a los robots‘ desde hace algunos años para contrarrestar los efectos nocivos de la automatización.
La forma en que esto se lleva a la práctica es muy amplia, pero busca generar una recaudación adicional sobre la automatización para que el gobierno correspondiente pueda solventar los costes y reubicar la fuerza laboral desplazada o garantizar programas de asistencia social.
Corea del Sur fue el primero que implementó esta medida en 2017. Se limitaron los incentivos fiscales por la inversión en máquinas que automaticen funciones. Los ingresos adicionales serían reinvertidos en proyectos de ayuda social y educativos.
Bill Gates, en cambio, afirma que se le debería cobrar un impuesto sobre la renta a los robots o, al menos, gravar los ingresos de sus propietarios para cubrir el coste del traslado de la fuerza laboral.