Si algo nos ha quedado claro durante la última edición del Mobile World Congress, y aún en plena resaca de la cantidad de novedades y tendencias que nos ha dejado el que es sin duda el mayor encuentro anual del sector de la tecnología móvil, es que 5G ya ha llegado a los teléfonos.
De hecho, es en estos dispositivos donde primero van a verse sus efectos. No en vano, todos los fabricantes de dispositivos móviles tienen la firme esperanza de que esta nueva tecnología de telecomunicaciones reavive el crecimiento de un sector al que desde hace unos años le cuesta mantener su impulso inicial.
Claramente, la tecnología 5G tiene mucho que ofrecer. Es, en mi opinión, la transformación más significativa en comunicaciones móviles que se ha dado en la última década. Las nuevas redes prometen un descomunal aumento de velocidad, un menor consumo energético y una asistencia en red que permitirá un tráfico de datos muy superior. Estoy convencido de que 5G ha dado el pistoletazo de salida a una nueva revolución de las comunicaciones y la conectividad. Pero también creo profundamente que la mayor parte de esa revolución tendrá bien poco que ver con el teléfono que llevamos en el bolsillo.
Con 5G hemos encontrado, por primera vez en varias generaciones de tecnología móvil, un fenómeno curioso: el consumidor deja de ser el principal beneficiario de su uso para ceder el testigo como tal a la sociedad en sí. En mercados tecnológicamente maduros, las capacidades inalámbricas de la nueva generación 5G traerán consigo un mayor consumo de contenidos, menor latencia, mejor procesamiento en tiempo real debido al Edge Computing y la gestión de aplicaciones en la nube.
De otro lado, en países que todavía no tienen acceso a Internet, los problemas de conectividad serán agua pasada. Tendrán su primera experiencia en este entorno directamente a través del móvil, de modo que apenas tendrán infraestructura anticuada que haya que modernizar con los parámetros de 5G. Hablamos de un cambio social con pocos precedentes.
Pero, sobre todo, cuando el Internet de las Cosas de banda estrecha (NB-IoT) y la red 4G existente evolucionen hacia las nuevas soluciones IoT 5G podremos hacer frente, analizar, contextualizar y sacar conclusiones de los datos generados por centenares de millones de objetos interconectados. Existen multitud de casos posibles. Los vehículos autónomos podrán comunicarse en tiempo real, mejorando la seguridad y facilitando un tráfico más fluido. Las ciudades inteligentes podrán adaptar sus infraestructuras a las cambiantes necesidades de los ciudadanos y del medio ambiente, por ejemplo, atenuando la luz de las farolas cuando nadie pase cerca de ellas. Las líneas de producción en las fábricas serán más eficientes, más adaptables y más controlables gracias a la comunicación inalámbrica de máquina a máquina. Los médicos podrán realizar cirugías a distancia en tiempo real. Todo esto será algo habitual, estandarizado… y son solo algunos ejemplos.
La combinación de logística inalámbrica omnicanal de última generación, IoT y analítica Big Data a través de 5G llevará al sector de la gran logística en general, y a la cadena de suministro en particular, a un nuevo nivel. A medida que avance la tecnología Edge Computing se multiplicarán el número de emisores y receptores de información, en todos los países, ciudades, localidades, barrios, en todos los sectores de actividad, empresas, centros públicos y privados, hospitales… Cada vez se podrán cotejar y analizar más datos. Las predicciones de demanda, usabilidad, o de cualquier otro tipo, serán cada vez más certeras y útiles de cara a la toma de decisiones.
Teniendo en cuenta estas tendencias y el panorama logístico actual, se vislumbran tres oportunidades clave para los profesionales de la logística. La primera es el pleno acceso a Internet, que hará posible una conectividad end-to-end sin lagunas en todo el mundo. La segunda es la prolongación de la vida útil de las baterías para dispositivos IoT, acelerando la monitorización de activos y el seguimiento del almacenaje y los envíos en logística. Y la tercera es la existencia de modelos que permitirán conectividad y localización, de manera continuada y en tiempo real, tanto en interiores como en exteriores, de un producto esté en la fase que esté de su cadena de suministro. 5G se trata, pues, de un avance fundamental a la hora de que las empresas puedan desarrollar y consolidar negocios nuevos y realmente disruptivos.
Pero, el despliegue de 5G y NB-IoT no es todavía practicable a nivel global. Antes de que su potencial se haga realidad, hay obstáculos importantes que superar. Se requerirá tiempo y también serán necesarias grandes inversiones para desarrollar nuevas redes de área amplia y baja potencia (LPWAN). Otra enorme tarea será conseguir la interoperabilidad entre las redes debido a los estándares de propiedad. Y los preparativos para el despliegue a gran escala del IoT requerirán, probablemente, mucho tiempo.
El proceso puede acelerarse si se cuenta con los compañeros de viaje adecuados y con una actitud colaborativa en la que predomine el modelo de “co-creación”. Algunos ejemplos en los que ya se está trabajando: impulsar el ritmo de la transformación aplicando proyectos piloto de tecnología 5G de baja latencia para introducirla como elemento clave de la conducción autónoma; o aplicaciones LPWAN que proporcionan grandes ahorros de consumo energético a la vez que amplían las capacidades de seguimiento y monitorización del estado, tanto de mercancías como de dispositivos involucrados en el funcionamiento de la cadena de suministro.
No hay forma de avanzar hacia la implantación real de la tecnología 5G más que mediante el desarrollo conjunto, la apuesta por la i+D+I, la creación de prototipos y la puesta en marcha de proyectos piloto. ¿Fácil? No. ¿Barato? Tampoco. Pero no ponerse ya manos a la obra no es una opción, no nos engañemos.