Ética de los robots: por qué es diferente y necesaria

Artículo de Ignacio G.R. Gavilán, asesor, profesor, escritor y speaker. Fundador y CEO de Reingeniería Digital, director del Área Relación Robots-Personas de OdiseIA. 

Nos hemos acostumbrado ya, afortunadamente, a que se hable y se debata sobre ética de la tecnología en general y ética de la inteligencia artificial en particular.

Existen incluso iniciativas, iniciativas serias especialmente a nivel europeo, para traducir esos principios éticos en algo mucho más concreto: en directivas y

 regulaciones y buena prueba de ello es el borrador de reglamento europeo de la inteligencia artificial que, sin duda, alcanzará rango de ley que se traspondrá a las legislaciones de los diferentes países miembros.

Ética de la Inteligencia artificial

Son bastante conocidas algunas de las problemáticas éticas que plantean en el campo de la inteligencia artificial.

Ya es de dominio común una cierta conciencia sobre los riesgos que para la privacidad que supone un uso indiscriminado de datos especialmente los de carácter personal.

Ignacio G.R. Gavilán

Ya es común oír hablar de las problemáticas del sesgo algorítmico y de las eventuales implicaciones negativas en cuanto a equidad.

Incluso, y a pesar de tratarse de una problemática de naturaleza mucho más técnica, existe una cierta conciencia sobre la ausencia de explicabilidad o trasparencia en muchos de los algoritmos más potentes que nos ofrece la inteligencia artificial.

Quizá, de lo que no exista tanta conciencia es de los particulares retos éticos que, a los ya citados, añade el caso de los robots.

Robots

Aunque no existe una definición completamente aceptada de lo que es un robot, y simplificando un tanto, se suele considerar un robot como un agente físico capaz de percibir su entorno mediante sensores, actuar sobre él mediante actuadores y todo ello consiguiendo coherencia entre objetivos, percepción y acción.

Los robots más tradicionales, los robots industriales en forma de manipuladores programables o robots móviles, no suelen plantear mayores retos éticos que los derivados de la seguridad física de las personas o de evitar un uso criminal o negligente de los mismos.

Robots e Inteligencia Artificial

Pero cuando a un robot le añadimos capacidades cognitivas y relacionales procedentes de la inteligencia artificial, cuando le añadimos capacidad avanzada de reconocimiento de voz y procesamiento de lenguaje natural, cuando lo dotamos de visión artificial, y reconocimiento facial, cuando le añadimos capacidades de movimiento autónomo e, incluso, lo capacitamos para la detección de emociones en las personas, la cosa cambia, cambia mucho.

Y si a esto le unimos el dotar a esos robots de un aspecto humanoide o zoomórfico, la cosa cambia aún más. Y cambia, principalmente, en dos sentidos:

  • Cambia por un lado, porque adquieren una gran autonomía, autonomía de movimiento, de decisión y de actuación.
  • Y cambia, sobre todo, porque hace entrar en juego los aspectos emocionales de las personas.

Problemáticas éticas específicas de los rotos

La autonomía de los robots nos lleva, en general, a rechazarlos cuando esa autonomía se aplica en campos como el militar (caso de las armas letales autónomas) o cuando se desarrolla en entornos donde pueden causar daño a las personas, como sucede en el campo de los vehículos autónomos.

Y el aspecto emocional, que tiene indudables aspectos positivos como una interacción más simple y eficiente con las personas, o su buena sintonía con colectivos como niños o ancianos, puede crear sin embargo ligaduras emocionales excesivas. Unas ligaduras capaces de dar lugar a  una dependencia del robot y al alejamiento de otras personas mediante un efecto sustitución. Puede crear nuevos y sutiles riesgos para la privacidad, la privacidad más íntima y, en casos maliciosos, puede llevar a la manipulación de las personas. Incluso, se abren debates espinosos sobre la conveniencia moral de la mera existencia de los robots sexuales, por ejemplo.

Esto lleva a debates encendidos, incluso, sobre si los robots pueden ser agentes o pacientes morales, sobre si los robots deben tener personalidad jurídica o si los robots puede ser sujetos de derecho u objetos de derecho.

Realmente, una ética de personas

No quisiera, nunca lo he hecho, dar con ello una visión negativa sobre los robots y sus aplicaciones. Bien al contrario, considero a los robots, en especial los robots cognitivos, unas máquinas fascinantes, que hacen grandísimas aportaciones, y no sólo en campos como por ejemplo el industrial sino también en los servicios y en la acción social y asistencial. Apuesto firmemente por ellos como, en general, apuesto por la tecnología como fuente casi inagotable de progreso y bienestar.

Pero, eso sí, debemos ser conscientes de sus particulares problemáticas éticas, consensuar acuerdos y abordarlas en consecuencia.

Y no olvidemos, para termina, que aunque hablemos de ética de la inteligencia artificial o de ética de los robots, al final, somos nosotros, los humanos, los que decidimos qué tecnologías desarrollar y, sobre todo, cómo aplicarlas.

La ética de los robots es, pues, como no podía ser de otro modo, una ética de las personas.

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