Desde los proyectos de iluminación LED y los sistemas de detección de fugas de agua hasta los cubos de basura inteligentes, las iniciativas de la ciudad inteligente de Nueva York están allanando el camino para que otras grandes ciudades aborden el crecimiento de la población, las emisiones de carbono y otros impactos ambientales.
Wall Street, Broadway y la sede de las Naciones Unidas, Nueva York se describe a menudo como la capital cultural, financiera y mediática del mundo. Sin embargo, también es la ciudad más poblada de Estados Unidos y una de las grandes urbes más densamente pobladas del mundo, con más de 8,5 millones de habitantes. Como se prevé que el 66% de la población mundial se trasladará y residirá en zonas urbanas en 2050, es probable que la población de Nueva York también aumente considerablemente.
El rápido crecimiento de la población conlleva un elevado consumo de energía y una gran huella de carbono. Sólo en 2020, Nueva York emitió unos 56,5 millones de toneladas de dióxido de carbono equivalente, derivadas principalmente de su intenso transporte y del uso intensivo de electricidad. Con el objetivo de alcanzar las emisiones netas cero en 2050, la Gran Manzana no solo necesita descarbonizar muchos de sus sectores, sino ser más sostenible en general. Una de las formas de hacerlo es adoptar tecnologías inteligentes y hacer la transición a una ciudad inteligente para ser más eficiente energéticamente y minimizar las emisiones de carbono.
Las claves de Nueva York
La tecnología siempre ha sido esencial para el crecimiento económico de Nueva York, ya que aporta nuevas oportunidades de empleo y atrae inversiones, por no hablar de la prestación de mejores servicios para seguir siendo competitiva como ciudad globalizada. Por ello, Nueva York se ha adelantado a la hora de adoptar tecnologías y conceptos de ciudad inteligente.
Una de las primeras áreas que el gobierno de la ciudad de Nueva York abordó es la mejora de la iluminación para reducir y conservar la energía. En 2013, se introdujo el programa Accelerated Conservation and Efficiency (ACE), en el que se llevaron a cabo proyectos de modernización de la iluminación LED en más de 650 edificios propiedad de 16 organismos municipales. Como resultado, el programa ayudó a evitar más de 900 toneladas métricas de emisiones de gases de efecto invernadero y a ahorrar más de 800.000 dólares al año.
La reducción del consumo de agua y de las aguas residuales también es una de las prioridades de la ciudad. Cada día, la ciudad de Nueva York utiliza mil millones de galones de agua. Para combatirlo, el Departamento de Protección Medioambiental de la ciudad de Nueva York ha desplegado un sistema de lectura automática de contadores (AMR) a gran escala para comprender mejor cómo se utiliza el agua, y avisa a los clientes de posibles fugas de agua si el sistema detecta picos de consumo anormales. El programa ha contribuido a reducir las facturas de agua de sus residentes, ahorrando más de 73 millones de dólares en total.
En cuanto a los residuos, el departamento de saneamiento de Nueva York -que resulta ser el mayor del mundo- recoge más de 10.500 toneladas de basura cada día. Para evitar desbordamientos de basura y problemas logísticos, se han colocado por toda la ciudad contenedores de basura y reciclaje «inteligentes», también llamados BigBelly. Funcionan con energía solar y están equipados con un chip que detecta cuándo el cubo está lleno o huele demasiado, lo que permite a los recolectores de basura programar los viajes de recogida de forma más eficiente. Los cubos también vienen con un compactador de basura que puede contener cinco veces más residuos que un cubo de basura convencional. Desde su implantación, los contenedores inteligentes han mejorado la eficiencia de la recogida de basura entre un 50% y un 80%, al tiempo que han reducido las emisiones al disminuir el tiempo que pasan los camiones de basura en la carretera.