Es fascinante ver cómo el mundo sigue cambiando a nuestro alrededor. Y parece que los cambios se producen más rápido que nunca. Nuestro Red Hat Summit se ha convertido en una especie de foro en el que puedo pulsar el botón de pausa y reflexionar sobre lo lejos que hemos llegado y a dónde queremos ir.
Al repasar los temas que he tratado en los últimos años, ahora veo cómo hemos estado siguiendo la evolución en la forma en que trabaja la gente. Hace tres años, por ejemplo, hablé sobre el poder de la participación: cómo las personas que trabajan en equipo de una forma abierta y transparente son más competentes a la hora de resolver problemas.
Luego, hace dos años, me centré en el impacto del individuo, la participación en el código abierto como un deporte activo donde los individuos necesitan tomar la iniciativa. Y el año pasado, compartí mi percepción de que necesitamos replantear cómo trabajamos en una era de disrupción.
Desde mi punto de vista actual, me sorprende que estemos en la cúspide de otro cambio disruptivo -lo llamaría un «movimiento» a partir de ahora, que abrirá todo tipo de posibilidades para que nuestra sociedad pueda crecer y evolucionar en el futuro. Pero para apreciar el tipo de impacto que provocará este cambio, primero tenemos que volver la mirada atrás para reconocer que la gente solía trabajar y vivir de manera muy diferente a como lo hacemos hoy en día. No es la primera vez que un cambio fundamental en nuestra forma de pensar y de trabajar ha conducido a una explosión de progreso.
Repensar nuestros límites
Hace medio milenio, antes de creer en la ciencia y la racionalidad y en el proceso -antes de la revolución científica- no se nos permitía hacer preguntas ni debatir lo que significaba el mundo y cómo se comportaba.
Entonces comenzó un cambio radical en la forma en que adquiríamos el conocimiento del mundo que nos rodeaba. El Método Científico surgió, gracias a individuos cuya curiosidad no pudo ser contenida. Valientes pioneros como Galileo, que dudaba de lo que se le había dicho por lo que podía ver en el cielo nocturno, aunque esta duda le llevara a la prisión o incluso a la muerte, empezaron a cuestionar el mundo que los rodeaba.
Cuantas más personas cuestionaban lo que veían, mejor y más profundas se volvían sus preguntas. Como resultado, pasamos de un mundo en el que creíamos lo que nos decían las altas autoridades a un mundo en el que las conclusiones se basaban en la observación y la experimentación. Como Sir Francis Bacon, a quien a menudo se le atribuye el mérito de ser el padre del Método Científico, lo expresó de manera tan acertada: “Si un hombre empieza con certezas, seguramente acabe con dudas. Pero si estamos dispuestos a empezar con dudas, puede que acabemos con certezas”.
En el corazón del Método Científico se encuentra la insaciable curiosidad sobre el mundo que nos rodea. Es una metodología para preguntar por qué las cosas funcionan de la manera en que lo hacen, y luego aprender a través de la experimentación y el ensayo y el error. Es un cambio del razonamiento deductivo al inductivo, del pensamiento de arriba hacia abajo al pensamiento de abajo hacia arriba. Se trata de la libertad de explorar lo que podría ser posible, más allá de los límites que cualquier autoridad superior podría tratar de imponer.
El impacto en el mundo que nos rodea
Adoptar este tipo de metodología empírica cambió la forma de entender casi todo lo que hacíamos y veíamos. Y cambió nuestra forma de pensar, una forma de pensar que estimuló los movimientos innovadores que crearon el mundo moderno.
Cuando nos dimos cuenta de que la Tierra no era el centro del universo, entramos en la Ilustración, que introdujo nuevas ideas como la libertad individual, el gobierno constitucional y la tolerancia religiosa. La nueva determinación de los inventores de tecnologías clave como la máquina de vapor, el telégrafo y el proceso de Bessemer para la producción de acero nos llevó a la Revolución Industrial. El aprendizaje de la teoría anatómica -desde la teoría de los gérmenes hasta las técnicas quirúrgicas avanzadas- produjo una Revolución Médica que ha transformado nuestra comprensión fundamental de las enfermedades y de nuestros cuerpos.
Todos estos avances fueron el resultado de un aprendizaje que tuvo lugar gracias a las continuas preguntas que se hacían y a aquellos que intentaban buscar las respuestas.
La ciencia del descubrimiento continúa hoy en día, incluso en el mundo del software de código abierto. Los principios de curiosidad, colaboración, meritocracia e independencia son la base de la metodología empírica y del estilo del código abierto. Lo sabemos porque vivimos de acuerdo a esos valores todos los días entro de la cultura interna de Red Hat. Y es por ello por lo que podemos desarrollar una arquitectura moderna que está desbloqueando el potencial de los desarrolladores y las empresas para continuar creciendo en esta época de cambio.
Y como con Bacon y sus contemporáneos, no viajamos solos por este camino. Miles de pioneros y comunidades del código abierto han llevado al código abierto más allá de los límites percibidos.
El código abierto se ha convertido en algo más que una metodología para crear software. Se ha convertido en una filosofía, un conjunto de creencias. El código abierto, y el estilo del código abierto, han llegado a significar un pensamiento más allá de los límites y supone explorar un mundo con infinitas posibilidades.
Un movimiento transformador
Al adoptar el estilo del código abierto, nuestra comunidad ha ayudado a la transformación de tecnologías como Linux para hacer la vida más fácil. Nuestra comunidad ha cambiado también “la tecnología humana”, es decir, la forma en la que interactuamos y solucionamos problemas de forma conjunta. El código abierto se ha convertido en la siguiente oleada de cómo generamos innovaciones genuinas con impacto.
Cada vez más, muchas personas reconocen que el código abierto ofrece una mejor forma de trabajo. El código abierto como tecnología humana está irrumpiendo en lo convencional. Empresas, gobiernos y organizaciones sin ánimo de lucro de todo el mundo están adoptándolo.